REFLEXION
La
tarde de ayer me encontraba leyendo unos artículos de la reforma educativa,
cuando en un libro aparece una carta enviada a mí, de una alumna de apellido
Quintero. Llego a mi mente nuevamente aquella situación que se dio en aquel
ciclo 2011-2012. Era una niña muy intranquila, delgada de mirar siempre bajo.
El cabello le cubría siempre su rostro. Así la descubrí en aquel inicio de
curso.
No puedo negar que siempre que inicio
un ciclo escolar, además de diagnosticar a mis alumnos académicamente, también
lo hago en la parte afectiva. No soy psicólogo, pero cuando un alumno se
comporta; ve, se ríe, camina, se expresa, o no se expresa, grita, se molesta
demasiado, es grosero, etc...
Entonces pongo mi atención en él o ella. Este fue el caso, entre otros tantos.
Su
actuar era muy diferente a los demás. Por lo regular, no hacía tareas o las
hacia incompletas o mal. En la calificación del bimestre, intente hablar con
ella, claro siempre con cautela y buscando el mejor momento.
Su respuesta siempre era la misma;
No tengo nada profesor. Pero era evidente que algo sucedía. Intente hablar con
su tutor, pero siempre había una escusa para no asistir.
Su
orientador, tal vez cansado de aplicar o buscar alguna estrategia para con
ella, me indico que lo dejara así. Pero algo me decía que tenía que ayudarla.
Es parte de mi trabajo, pensé, y me dispuse a seguir insistiendo.
Logre
llegar a ella gracias a un amigo que tenía en otro grupo. Entonces descubrí que
era una niña con un posible TDA (Trastorno de Déficit de Atención). Su padre,
por lo regular nunca platicaba con ella. Su madre llegaba tarde de trabajar y cansada,
por lo cual no la atendía, era solo ella con el mundo.
Pero
entonces me comenzó a platicar su situación y me convertí en su escucha de sus
problemas. Fue cuando comencé a trabajar con ella con motivación personal, con
apoyo moral, logre elevar su autoestima y a que le encontrara sentido a estudiar.
En
el cuarto y quinto bimestre rescato la materia. Al cierre de ciclo, se
escucharon las golondrinas. Un abrazo marco el final de la historia, con
lagrimas en los ojos me agradeció el apoyo y más cuando le regale un oso de
peluche al que llamamos cirilo que dijo, sería su acompañante en el futuro.
Nunca
sabré porque me dedique a ser profesor. Quiero expresar que no estudie para
profesor. Soy egresado de La UNAM como Ingeniero Agrícola, hoy con una Maestría en educación. Pero la vida me
coloco en este camino.
Es cuando entiendo que tengo una misión, que tenemos una
misión, los que trabajamos ésta, tan cansada, estresante pero importante labor:
la de ser docente.
Trabajamos
con seres humanos que sienten, que escuchan, que ven, que ríen, lloran y que esperan
de nosotros solo algo; aprender.
Que hermosa reflexión, en ocasiones es cuestión de acercarnos un poco a los alumnos para conocer la situación por la que están pasando y que los afecta enormemente. Que bueno que usted se dio ese tiempo para con su alumna y permitirle que cambiara su historia para bien.
ResponderBorrarGRACIAS POR SU COMENTARIO.
ResponderBorrar